R E A L I Z A D A
Sábado 14 de noviembre 2015
Sábado 14 de noviembre 2015
Ruta Trincheras Carlistas
Jefes de ruta: Lourdes y Juanfran.
Punto de encuentro: Casa del Pueblo Yátova (C/ Maciz, 13-15)
Hora: 8.00h
Nos desplazamos con nuestros vehículos
Distancia del recorrido: 12.8km
Dificultad: media, (hay una pequeña vía ferrata a mitad del recorrido, pero nada complicada de hacer)
Tiempo estimado de realizar el recorrido: 4h
Llevar almuerzo y agua.
Existe la opción de quedarse a comer en Requena cuando regresemos. Si alguien está interesado, lo comunique para reservar restaurante. El que no quiera quedarse se puede volver una vez finalizada la ruta.
Datos de interés
Las trincheras parecen haber sido excavadas originalmente durante la Guerra de la Independencia, para defender Valencia del ataque francés de 1808. Serían utilizadas en distintos momentos y aparecen reflejadas en un plano de 1811. Pudieron reutilizase durante la última guerra carlista (1875), ya que se combatió en las Cuestas de Contreras. La zona está también densamente fortificada con obras subterráneas de la Guerra Civil de 1936-39.
Elementos arquitectónicos:
Trincheras excavadas en el suelo forradas en la contraescarpa con mampostería a hueso. En los extremos tienen asentamientos para artillería más amplios. La forma de estas trincheras es más amplia que las del siglo XX y su planta realiza un zig-zag con ángulo muy abierto, de unos 120 º, mientras que las del s XX son de 45º.
H I S T O R I A
Primera Guerra Carlista
1833-1840
Primera
Guerra Carlista fue una guerra civil que se desarrolló en España 1833 y 1840
entre los partidarios del infante Carlos de Borbón y defensores de Isabel II
Categoría:
Edad Contemporánea
La Primera Guerra Carlista fue una guerra
civil que se desarrolló en
España entre 1833 y 1840 entre los carlistas,
partidarios del infante Carlos María Isidro de Borbón y de un
régimen absolutista, y los isabelinos, defensores de Isabel II y
de la regente María Cristina de Borbón, cuyo gobierno fue
originalmente absolutista moderado y acabó convirtiéndose
en liberal para obtener el apoyo popular. Su lema Dios, Patria y Rey,
resumido en el binomio Trono y Altar, articula toda la teoría oficial política.
A estos elementos se suma la defensa del foralismo particular de cada uno de
los territorios, aspecto que va tomando fuerza a medida que avanza la guerra,
así como la defensa de la religión. Los defensores del carlismo pertenecían
sobre todo a un mundo rural, pequeños propietarios empobrecidos, artesanos
arruinados, que ven con recelo las reformas, pero también la pequeña nobleza y
parte del clero. Se desarrolló en la zona norte de España, sobre todo en el
País Vasco, Navarra y zonas de Cataluña, Aragón y Valencia.
Antecedentes históricos:
La guerra la planteó Carlos María Isidro,
hermano de Fernando VII, por la cuestión sucesoria, ya que
había sido el heredero al trono durante el reinado de su hermano Fernando VII, debido a que éste, tras tres
matrimonios, carecía de descendencia. Sin embargo, el nuevo matrimonio del rey
y el embarazo de la reina abren una nueva posibilidad de sucesión. En marzo de
1830, seis meses antes de su nacimiento, el rey publica la Pragmática
Sanción de Carlos IV aprobada por las Cortes de 1789, que dejaba
sin efecto el Reglamento de 10 de mayo de 1713 que excluía la sucesión femenina
al trono hasta agotar la descendencia masculina de Felipe V. Se
restablecía así el derecho sucesorio tradicional castellano, recogido
en Las Partidas, según el cual podían acceder al trono las hijas del rey
difunto en caso de morir el monarca sin hijos varones. No obstante, Carlos
María Isidro, no reconoció a Isabel como Princesa de Asturias y
cuando Fernando murió el 29 de septiembre de 1833, Isabel fue proclamada reina
bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón Dos-Sicilias,
y Carlos en el Manifiesto de Abrantes mantuvo sus derechos
dinásticos, llevando al país a la Primera Guerra Carlista. La cuestión
dinástica no fue la única razón de la guerra. Tras la Guerra de la
Independencia, Fernando
abolió la Constitución de 1812 pero tras el Trienio
Liberal (1820-1823), Fernando VII no volvió a restaurar
la Inquisición, y en los últimos años de su reinado permitió ciertas
reformas para atraer a los sectores liberales, que además pretendían igualar
las leyes y costumbres en todo el territorio del reino eliminando
los fueros y las leyes particulares, al tiempo los sectores más
conservadores se agrupaban en torno a su hermano Carlos.
Problema político-ideológico: en torno a Carlos se habían agrupado
los sectores absolutistas más radicales, reaccionarios y tradicionalistas,
preocupados por el giro de moderación que Fernando VII había dado en los últimos años de
su reinado y que la regente María Cristina había continuado. Bajo el lema de
"Dios, Patria, Rey y Fueros" defendían:
- La
monarquía absoluta de origen divino.
- Posiciones
ultracatólicas: defensa de la preeminencia de la Iglesia católica, la
vuelta de la Inquisición y rechazo de las desamortizaciones eclesiásticas.
- Defensa
de la foralidad: los fueros eran leyes propias y diferentes que todavía
poseían algunos territorios (Navarra, Vizcaya, Álava y Guipuzkua) y que el
afán uniformizador de los liberales ponía en peligro. La población de los
territorios forales se veía beneficiada por tener su propio gobierno,
jueces, su propio sistema fiscal con menos impuestos y por no estar
sometidos a quintas.
- Rechazo
frontal del liberalismo económico: rechazo de la libertad de comercio e
industria y de la propiedad privada libre y moderna.
El carlismo encontró apoyo social en las
regiones del norte de España (País Vasco, Navarra y parte de Aragón, Cataluña y
Valencia) y especialmente en las áreas rurales. En sus filas se encontraba
parte de la nobleza rural, importantes sectores del clero bajo y medio y una
masa popular compuesta por artesanos arruinados, pequeños campesinos
propietarios y arrendatarios enfitéuticos que se vieron negativamente afectados
por las reformas liberales (abolición de los gremios, arrendamientos de
particular a particular a corto plazo y móviles, con pagos monetarios y
facilidad para la expulsión de las tierras).
En el proceso bélico se pueden distinguir cuatro
fases:
a) Desde el
1 de octubre de 1833, en que el Infante D. Carlos toma el título de
Rey de España, comienza el enfrentamiento. En principio, son partidas rebeldes,
con escasa estructura militar que Zumalacarregui organizará en un
verdadero ejército, frente al ejército regular cristino. Además, se produce una
relativa delimitación de zonas de influencia que tienden a ser limpiadas de los
enemigos. Esta fase finaliza con la muerte del General Zumalacárregui en
el asedio de Bilbao el 23 de julio de 1835.
b) Desde el
verano de 1835 hasta octubre de 1837, la guerra sale del ámbito regional al
nacional. Luis Fernández de Córdoba toma el mando del ejército cristino
-posteriormente lo hará Espartero. En estos años tienen lugar las
principales acciones del carlismo fuera de su zona de influencia. El general
Gómez atraviesa España desde el País Vasco hasta Cádiz y Don
Carlos dirige la expedición real hasta las puertas de Madrid. Espartero
rompe el sitio de Bilbao, que se inició en junio de 1835 y que se mantuvo mucho
tiempo por el afán de ocupar una ciudad y la necesidad de prestigio
internacional del carlismo por razones financieras. Las guerrillas carlistas no
son fáciles de reducir y éstas obtienen una clara victoria en el
Maestrazgo.
c) Desde octubre de 1837 al mes de agosto de 1839 la
contienda se decanta a favor de los gubernamentales. El 15 de octubre de 1837,
D. Carlos se repliega, pasa el Ebro, frontera del carlismo, y se produce una
disensión interna en el carlismo entre los partidarios del pacto, dirigidos por
el general Maroto, y los Apostólicos del general Cabrera. El cansancio y
el incierto final de la guerra lleva a los primeros a firmar el Convenio
de Vergara (29 de agosto de 1839). Sellado por Espartero y
Maroto, en él se reconocen los empleos y grados del ejército carlista y se
recomienda al gobierno que proponga a las Cortes la modificación de los fueros.
d) D. Carlos no reconoce el acuerdo y la
guerra continúa desde agosto de 1839 a julio de 1840, en los focos de
resistencia de Lérida y Navarra. Los últimos leales carlistas, acaudillados por
el General Cabrera llevan a cabo una guerra brutal, con escenas y
acontecimientos terribles. Al fin, éstos serán derrotados.
El Inicio de la Primera Guerra Carlista o Guerra de
los Siete Años 1833-1839
Para los enfrentamientos militares entre carlistas
(tradicionalistas o realistas) y liberales (cristinos o isabelinos, por su
fidelidad a la Reina Regente o a su hija Isabel), se han distinguido
tradicionalmente tres períodos o épocas durante las cuales se produjeron
enfrentamientos armados de mayor o menor intensidad. Se puede hablar de “tres
guerras carlistas” de diferente duración y de consecuencias muy diversas y
diferenciadas. La primera ha sido llamada Guerra de los Siete Años debido a su
duración desde finales de 1833 hasta el llamado “Abrazo o Convenio de
Vergara” firmado por los generales Maroto (carlista) y Espartero
(liberal) a finales de 1839.
La guerra se inició con el levantamiento de los
carlistas en el País Vasco y Navarra, y muy pronto controlaron también el
ámbito rural. Al principio, los Carlistas no tenían un ejercito regular, pero
gracias al apoyo popular del norte del país, organizaron la guerra con el
método de guerrillas. Las condiciones permitieron al general Zumalacàrregui,
formar un ejercito de 25.000 hombres, mientras Cabrera unificaba a las
partidas aragonesas y catalanas. Don Carlos, fue apoyado por potencias
absolutistas como Rusia, Prusia o Austria, que le enviaron dinero y armas;
mientras, el gobierno de Isabel II fue apoyado por Inglaterra, Francia y
Portugal, partidarios del liberalismo moderado en España.
Apuntadas las causas y las bases sociales del
carlismo, consideremos brevemente la marcha de la propia guerra, la cual se
extiende desde el 1 de octubre de 1833 hasta octubre de 1835 en que muere el
general Zumalacárregui -durante la cual los ejércitos se organizan, limpian de
enemigos sus territorios respectivos y se fortifican. Al lo largo de la segunda
-hasta, octubre de 1837-, el conflicto trascenderá del ámbito regional en que
se centra la guerra en el primer período (País Vasco, Navarra, Maestrazgo), a
un ámbito nacional. Tienen lugar las “expediciones” o correrías, que
desde el país vasco atraviesan España. Finalmente, a partir del 15 de octubre
de 1837, fecha en que don Carlos repasa el Ebro tras el fracaso de la “expedición
real”, se desarrolla la fase final de la primera guerra carlista. La crisis
interior del carlismo, que enfrenta a castellanos contra navarros, a los
intransigentes “apostólicos” con los moderados “marotistas”,
facilita un acuerdo entre ambas partes, ninguna de las cuales ha logrado batir
decisivamente al adversario. El Convenio de Vergara -31 de agosto de 1839-,
gestionado por los generales Espartero (liberal) y Maroto (carlista), pone fin
a la contienda sobre la base del compromiso, por parte de Espartero, de
reconocer los empleos, grados y condecoraciones de los militares carlistas y de
recomendar al Gobierno que proponga a las Cortes la concesión o modificación de
los fueros. Tras el convenio, don Carlos marchará a Francia, pero los últimos
soldados carlistas no se rendirán hasta el 4 de julio de 1840 tras ser
derrotado el núcleo del Maestrazgo con Cabrera al frente, por el general
Espartero. En los mapas que aparecen en dicho artículo, podemos apreciar cómo
los principales focos de dominio carlistas se centran en la
zona del norte, esto es, País Vasco y Cataluña. También en la parte oeste de
Castellón. Entorno a estos focos principales se desarrollaran unas
zonas de mayor intensidad del movimiento carlista de tropas que cubre
Galicia, norte de Castilla y suroeste de Cataluña. Hay también pequeños focos
al norte de Málaga y sur de Cáceres. Las principales capitales
carlistas serán Vergara, Berta y Cantivieja. También Santiago en la
zona próxima a la costa gallega. Por el contrario los centros de poder liberal
se extienden por toda la geografía nacional. Abarca todas las capitales
andaluzas, el levante español, también Barcelona, Badajoz, Madrid y Cuenca, y
algunas ciudades dentro del territorio propiamente carlista: el caso de Bilbao
o Pamplona. Los carlistas no pudieron contar inicialmente con un ejército
regular y organizaron sus efectivos en grupos armados que actuaban según el
método de guerrillas. Las primeras partidas carlistas se levantaron en 1833 por
una amplia zona del territorio español, pero el foco más importante se situó en
las regiones montañosas de Navarra y el País Vasco. También se extendió por el
norte de Castellón, el Bajo Aragón y el Pirineo y las comarcas del Ebro en
Cataluña. Desde el punto de vista internacional, don Carlos recibió el apoyo de
potencias absolutistas como Rusia, Prusia y Austria, que le enviaron dinero y
armas, mientras la Regente Mª Cristina contó con el apoyo de Gran Bretaña,
Francia y Portugal, favorables a la implantación de un liberalismo moderado en
España
El conflicto armado pasó por dos fases bien
diferenciadas:
- La primera etapa (1833-1835) se caracterizó
por la estabilización de la guerra en el norte y los triunfos carlistas, aunque
éstos nunca consiguieron conquistar una ciudad importante. La insurrección tomó
impulso en 1834 cuando el pretendiente abandonó Gran Bretaña para instalarse en
Navarra, donde creó una monarquía alternativa, con su corte, su gobierno y su
ejército. El general Zumalacárregui, que se hallaba al mando de las
tropas norteñas, logró entonces organizar un ejército con el que conquistó
Tolosa, Durango, Vergara y Éibar, pero fracasó en la toma de Bilbao, donde
encontró la muerte, quedando los carlistas privados de su mejor
estratega. En la zona de Levante, los carlistas estaban más
desorganizados, operando con escasa conexión entre las diferentes partidas. Las
de las tierras del Ebro se unieron a las del Maestrazgo y el Bajo Aragón,
conducidas por el general Cabrera, que se convirtió en uno de los líderes
carlistas más destacados.
En la segunda fase (1836-1840), la guerra se decantó hacia el
bando liberal a partir de la victoria del general Espartero en Luchana
(1836), que puso fin al sitio de Bilbao. Los insurrectos, faltos de recursos
para financiar la guerra y conscientes de que no podían triunfar si no ampliaban
el territorio ocupado, iniciaron una nueva estrategia caracterizada por las
expediciones a otras regiones para conseguir recursos económicos. La
constatación de la debilidad del carlismo propició discrepancias entre los
transaccionistas, partidarios de alcanzar un acuerdo con los liberales, y los
intransigentes, defensores de continuar la guerra. Finalmente, el jefe de los
transaccionistas, el general Maroto, acordó la firma del Convenio de
Vergara (1839) con el general liberal Espartero. El acuerdo establecía el
mantenimiento de los fueros en las provincias vascas y Navarra, así como la
integración de la oficialidad carlista en el ejército real. Sólo las partidas
de Cabrera continuaron resistiendo en la zona del Maestrazgo hasta su derrota
definitiva en 1840.
La guerra en el Frente Norte
Tras la muerte de Fernando VII, el pretendiente Carlos nombró a
Joaquín Abarca como ministro universal e hizo un llamamiento al ejército y
a las autoridades para que se sumaran a su causa, pero con escasa repercusión.
En el ámbito internacional tan sólo el rey Miguel I de Portugal lo
reconoció, lo que llevó a la ruptura diplomática entre España y Portugal. En
los primeros días de octubre se sucedieron las insurrecciones en varios puntos
de España, protagonizadas por agrupaciones locales de Voluntarios
Realistas, en general con poco éxito, excepto en el País Vasco, Navarra
y Logroño, pero sin llegar a controlar más que por poco tiempo las
ciudades de dichos territorios. Las sublevaciones no tuvieron el apoyo del
ejército. Así, el general Ladrón de Cegama, sin mando
en Valladolid (residencia de la Capitanía General de Castilla la
Vieja), y el coronel Tomás de Zumalacárregui, retirado pero
viviendo en la plaza fuerte de Pamplona, huyeron de sus lugares de residencia
para pronunciarse sin arrastrar consigo fuerza alguna de las guarniciones de
las plazas en las que se encontraban. La guerra se considera como comenzada
cuando el general Ladrón de Cegama proclamó rey al infante don Carlos con el
nombre de Carlos V el 6 de
octubre de 1833 en Tricio (La Rioja), apoderándose con
los voluntarios sublevados de Logroño y pasando a Navarra a
unirse con los sublevados de esta provincia. La unión de estos voluntarios en
Navarra fue el embrión de las tropas de las que se hizo cargo Tomás de
Zumalacárregui y que hicieron posible que la guerra durase siete años.
Frente Aragón y Valencia:
El 13 de noviembre de 1833 los carlistas obtienen una
importante victoria: Morella se subleva y enrola el estandarte de Carlos V.
Carlos, comandante de la plaza de Morella, hace salir a las tropas de la
ciudad con una treta. Cierra las puertas de la ciudad y junto con Rafael Ram
de Viu (barón de Herbés) y Manuel Carnicer se suman
al bando carlista. Pese a este acto las tropas gubernamentales se ponen en
movimiento y mandan hacia Morella una importante columna dirigida por Horé. Los
carlistas ante esa amenaza huyen de Morella en diciembre. Después el
barón de Herbés y otros líderes carlistas son apresados en Calanda y
fusilados el 27 de diciembre.
Pese a esto la llama de la rebelión se había encendido
en las tierras del Maestrazgo y el Ebro puesto que otros
líderes como Carnicer, Quílez y Cabrera
continuaron luchando. Las partidas del Maestrazgo y Aragón eligieron
a Manuel Carnicer como su jefe en febrero de 1834. Tras su fusilamiento en
abril de 1835 tomó el mando su segundo, Ramón Cabrera, quien dio ánimos a
las fuerzas carlistas, pero sin que fuerzas fueran lo suficientemente numerosas
como para obtener una victoria decisiva sobre las fuerzas liberales, de forma
que en 1836 Evaristo de San Miguel conquistaba para los isabelinos Cantavieja.
En 1837 Cabrera consigue reconquistar el territorio perdido y en enero de 1838
conquista Morella, a la que convierte en capital de su administración,
extendiendo su territorio por Aragón, norte de Valencia y sur de
Cataluña. Sin embargo, el fin de la guerra en el norte hizo que Espartero
llegara a Zaragoza al frente de 44.000 hombres en octubre de 1839 y
estableciera su cuartel general en Mas de las Matas. Cabrera consigue
mantener la resistencia hasta el 30 de mayo de 1840 cuándo Espartero conquistó
Morella y Cabrera se dirigió a Berga.
Frente de Cataluña
En Cataluña las numerosas partidas actuaban sin
coordinación. El mando del Pretendiente envió un contingente de fuerzas del
territorio carlista vasco-navarro, seleccionado entre los más experimentados
batallones de los que disponía, en agosto de 1835 bajo el mando de Juan
Antonio Guergué formado por 2.700 hombres con la misión de organizar
el frente en Cataluña. Llegado a su destino Guergué, consiguió agrupar una
numerosa fuerza, intentando tomar Olot pero fracasando en el intento.
Seguidamente Guergué organizó las tropas carlistas catalanas en un documento
oficial que se enviaría al rey y a los cabecillas respectivos. En el mismo
documento él pone de manifiesto que las tropas con las que cuenta son unas
19.000 descontando las traídas por él. Sin embargo estos datos son poco fiables
debido a que dan un número alto de guerrillas no identificadas. Pese a esto el
número debía ser muy alto. Tras la marcha de Guergué de Cataluña asumieron el
mando Ignacio Brujó y Rafael Maroto. Éste estuvo poco tiempo
(unos meses), creó confusión y tuvo muchas derrotas así que en diciembre de
1836 fue sustituido por Blas María Royo de León que había sido
jefe del estado mayor de la expedición Guergué. Royo logró victorias
importantes cómo el desastre de Oliver y la conquista
de Solsona. En 1837 se hizo con el mando, uno de los miembros de
la Expedición Real, Juan Antonio de Urbiztondo, quien
conquistó Berga en julio y la convirtió en la capital del carlismo
catalán. Los problemas entre la Junta de gobierno de Berga y Urbiztondo
llevaron al nombramiento de José Segarra y posteriormente, en julio
de 1838, al del Conde de España, que se esforzó en modernizar sus tropas
al tiempo que se aproximaba a los sectores más radicales del carlismo, lo que
provocó el descontento de la oficialidad carlista, que solicitaron su
destitución al pretendiente, lo que consiguieron en octubre. La llegada de
combatientes carlistas procedentes del frente norte tras la firma del Convenio
de Oñate consiguió prolongar la guerra en Cataluña unos meses más hasta que las
últimas tropas carlistas dirigidas por Cabrera cruzaron la frontera francesa el
6 de julio de 1840.
Castilla la Vieja y Castilla la
Nueva
En ambas Castillas los movimientos carlistas también
existieron. Fueron más importantes en Castilla la Vieja. En las zonas
cercanas a las provincias Vascongadas y Navarra, los carlistas, bajo
la presión de las tropas isabelinas, acabaron amparándose en los carlistas
vasco-navarros, formando los batallones castellanos. Sus jefes más importantes
fueron Balmaseda, Basilio García, Jerónimo Merino y
Cuevillas. Organizaron correrías por el territorio controlado por el
bando isabelino, llegando en ocasiones hasta La Mancha. Los húsares de
Ontoria, una unidad selecta formada por expertos jinetes castellanos y dirigida
por Balmaseda, fue la unidad más importante de caballería castellana que
terminó combatiendo con Cabrera. No pudiendo cruzar el Ebro en la fase final al
caer el Maestrazgo en manos de Espartero, intentaron huir a Francia
dando el rodeo por Cuenca, Soria, Burgos, La Rioja y Navarra, desolando con sus
tropelías y robos las poblaciones que atravesaban. Gran parte de ellos fueron
finalmente interceptados en Navarra, cuando Cabrera hacía ya tiempo que se
encontraba en Francia y, por lo tanto, la guerra había finalizado. Por ello
fueron considerados como bandoleros y ejecutados.
En Castilla la Nueva los movimientos
carlistas se centraron en Ciudad Real y en las zonas próximas a
Cabrera (Cuenca) y también Albacete). La partida más importante de la
región fue la de los hermanos Palillos. Esta partida estaba formada por
jinetes en su mayor parte y llegó a ser numerosa comparada con las demás
partidas manchegas, que nunca fueron muy superiores a un par de centenares de
hombres.
Frente de la provincia de Ciudad Real
En la provincia se formaron más de un centenar de
partidas, algunas con apenas una docena de hombres y otras superando varios
centenares. Tres son las causas de esta proliferación:
a) Dada la orografía montañosa y el
tránsito a través de la provincia de las comunicaciones Madrid - Andalucía,
desde tiempo muy atrás el bandolerismo estaba muy desarrollado.
b) Estas circunstancias fueron base para que durante
la Guerra de la
Independencia se creasen
numerosas partidas guerrilleras con gran actividad.
b) La provincia, muy depauperada, con
la tierra prácticamente en poder de unas pocas personas, no solo producía
pobreza en las gentes que trabajaban el campo sino también en las localidades
donde los zapateros, sastres y demás oficios tenían unos ingresos muy bajos ya
que sus clientes, los trabajadores del campo, carecían de dinero.
Las experiencias del bandolerismo, las de las
guerrillas independentistas, la pobreza de los habitantes y las quintas que se
llevaban a tantos hombres jóvenes que estaban aportando economía familiar, hizo
que los jefes carlistas encontrasen con facilidad personas tanto en el campo
como en las ciudades para engrosar sus filas. Ocurría también con frecuencia
que pequeñas partidas admitían el indulto, se reincorporaban a sus quehaceres,
volviendo pero de nuevo poco tiempo después a formar parte de una partida. El
gobierno solo en ocasiones pudo destinar tropas regulares suficientes para
combatir a las partidas, siendo fuerzas irregulares formadas por voluntarios
locales, encuadrados genéricamente en el concepto de "Milicianos
Nacionales", los que sostuvieron el peso principal de lucha contra las
partidas aunque con escaso éxito ya que incluso meses después de concluida la
guerra estuvieron activas varias de ellas durante un tiempo. Algunas volvieron
a convertirse en bandoleras, quedando su persecución en manos de la recién
creada Guardia Civil. El movimiento carlista nunca tuvo
unidad de mando y de administración ni conservó territorio en el que hubiese
podido instalar sus cuarteles, almacenes, cuadras de caballos, depósitos de
heridos y prisioneros, manteniéndose continuamente en movimiento por la
provincia, asaltando pueblos y refugiándose en las montañas. En ocasiones se
unían varias pequeñas partidas para realizar un ataque a una localidad
importante o a un convoy que circulaba por la carretera Madrid - Andalucía. Al
llegar a la provincia las expediciones de Gómez y Basilio García, formaron
parte de ellas mientras se mantuvieron en la provincia, algunas marcharon con
ellas a provincias vecinas, incluso unos pocos hombres las acompañaron a su
vuelta al territorio vasco-navarro.
Expediciones carlistas
Desde el territorio vasco-navarro dominado por los
carlistas se realizaron expediciones con los objetivos principales:
A) Fomentar la guerra en territorios en
los que el carlismo tenía poca, incluso nula actividad.
B) Deshacerse durante algún tiempo de
contingentes a los que era problemático dar mantenimiento y paga.
C) Obligar a que tropas isabelinas que
cercaban su territorio tuviesen que marchar tras las expediciones, aliviándose
la presión sobre el frente vasco-navarro.
Las expediciones más importantes fueron:
- Primera
expedición de Basilio García. 1834
- Segunda
expedición de Basilio García. 1835
- Expedición
de Guergué. 1835
- Tercera
Expedición de Basilio García. 1836.
- Expedición
de Gómez. 1836
En junio de 1836, Miguel Gómez Damas, al
frente de 3.000 hombres, parte
desde Amurrio hacia Asturias y Galicia para alentar
los focos carlistas que supone allí establecidos, pero a pesar de que consigue
entrar sin lucha en Oviedo y Santiago de Compostela, no logra
controlar estos territorios ya que no encuentra interés suficiente por la causa
carlista en la población y es sometido a persecución por tropas isabelinas que
llegan desde Navarra y Castilla la Vieja. Por propia iniciativa, en contra de
las órdenes recibidas, se dirige en agosto hacia Andalucía y durante
la marcha entra en León, Palencia y Albacete. En Andalucía toma Córdoba y Almadén,
hecho éste último que causa inesperada baja en la Bolsa londinense. Llega a San
Roque ya que tiene intención de adquirir calzado en Gibraltar pero desde el
Peñón le impiden con cañonazos acercarse aunque son muchos los ingleses, incluso
con sus mujeres, los que salen del recinto británico para ver de cerca a los
carlistas ya que su correría por la geografía hispánica es tema muy aireado por
la prensa europea. Batido una y otra vez, aunque sin ser excesivamente dañado
por las columnas isabelinas que le persiguen, en diciembre de 1836 consigue
regresar a Vizcaya.
La Expedición Real de 1837
La Expedición Real, motivada por las supuestas
negociaciones que se estaban realizando entre Carlos y María Cristina, salió de
Navarra en mayo de 1837 con 12.000 hombres al frente del pretendiente Carlos
hacia Aragón, Cataluña, Valencia, Teruel y finalmente Madrid, de dónde se
retiraron de manera inesperada, llegando al territorio carlista del norte en
octubre de 1837. Tras la expedición Carlos marginó a los elementos más
moderados del carlismo.
- Expedición
de Zaratiegui. 1837
- Cuarta
expedición de Basilio García. 1837-1838
- Expedición
de Negri. 1839
Ejército liberal:
Regimientos de infantería de línea
Regimientos de infantería ligera
Regimientos de infantería de milicias provinciales
Guardia real de infantería. Cuatro regimientos de dos
batallones
Regimiento de granaderos provinciales de la guardia
real
Regimiento de cazadores de la guardia real provincial
Regimiento de ingenieros de la guardia real
Artillería montada de la guardia real
Artillería de línea de la guardia real
Regimiento de granaderos a caballo de la guardia real
Regimiento de lanceros de la guardia real
Regimiento de cazadores de la guardia real
Regimiento de coraceros de la guardia real
Húsares de la Princesa
Caballería de línea o dragones
Caballería ligera
Flanqueadores de Isabel II
Cuerpo franco navarro de caballería
Peseteros
Voluntarios de Burgos. 1200 plazas
Ejército carlista
Tropa carlista del Norte
Guardia de honor de infantería.
Guardia de honor de caballería.
Escolta del Estandarte
Escuadrón de Jefes y Oficiales
Batallón de voluntarios distinguidos de Madrid.
Infantería Navarra. Doce batallones de 800 plazas.
Guías de Navarra. Un batallón de 800 plazas.
Lanceros de Navarra. Cuatro escuadrones.
Infantería guipuzcoana. Ocho batallones de 1.000
plazas.
Escuadrón de Guipúzcoa. 100 caballos.
Infantería alavesa. Siete batallones de 800 plazas.
Batallón de Guías de Alava. Un batallón de 800 plazas.
Escuadrón de Álava. 120 caballos.
Infantería vizcaína. Nueve batallones de 900 plazas.
Escuadrón de Vizcaya. 90 caballos.
Infantería castellana. Cuatro batallones de 800
plazas.
Caballería castellana. Tres regimientos de lanceros.
Batallón de granaderos del ejército. 800 plazas.
Artillería de batalla y montaña.
Artillería de batir.
Zapadores. Cuatro compañías, una en cada provincia.
Húsares de Arlabán. 100 caballos
Tres batallones cántabros de 900 plazas.
Aduaneros.
Ejército Real de Aragón, Valencia y Murcia
1a. Brigada de Tortosa. 1º,2º y 3.er. batallón
de Tortosa de 800 soldados.
2a. Brigada de Tortosa. 1º,2º y 3.er. batallón
de Mora de 750 soldados.
1a. Brigada de Aragón. Guías de Aragón, 5º y Tiradores
de Aragón de 700 soldados.
2a. Brigada de Aragón. 4º, 6º, 7º, y 8º de Aragón de
850 soldados.
3a. Brigada de Aragón. 1º,2º y 3.er. batallón de
Aragón de 700 soldados.
1a. Brigada de Valencia. 1º,2º y 3.er. batallón de
Valencia de 800 soldados.
2a. Brigada de Valencia. 4º,5º, 6º y 7º. batallón de
Valencia de 850 soldados.
1a. Brigada de Murcia. 1º y 2º del Cid de 800
soldados.
2a. Brigada de Murcia. 3º del Cid y Guías del Conde
de Morella de 800 soldados.
1.er. Regimiento de lanceros de Aragón de 250 soldados
2o. Regimiento de lanceros de Tortosa de 490 soldados
3.er. Regimiento de lanceros de Aragón de 350 soldados
1.er. Regimiento de lanceros de valencia de 360
soldados.
1.er. Regimiento de lanceros del Cid de 280 soldados.
1.er. Batallón de artillería de 500 soldados
Compañías del tren de 150 soldados
Compañía de Zapadores de 390 soldados.
Compañías de Miñones de Cabrera 100
soldados.
Ordenanzas de Cabrera 100 soldados
Guías de Cabrera 100 soldados
Ejército Real de Cataluña
División de Gerona:
1a. Brigada
2a. Brigada
Batallón de guías 400 soldados
Escuadrón de lanceros 50 soldados
División de Lérida:
1a. Brigada
2a. Brigada
División de Manresa o del Centro:
1a. Brigada
2a. Brigada
Partidas sueltas (caballería y infantería)
División del Campo de Tarragona
8 Batallones de 500 soldados
Partidas varias
Sin datos organizativos, total de 3.838 hombres entre
infantes y jinetes
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